20/1/10

Sherlock Holmes


Esta nueva versión del clásico personaje de Arthur Conan Doyle tiene más de comedia que de policial ya que la trama principal tiene que ver con la relación entre los dos protagonistas, el famoso detective (interpretado por Robert Downey Jr. con cáustico ingenio) y su ¿fiel? colaborador, el doctor Watson (el sensual Jude Law). Watson ha decidido mudarse del edificio que ambos comparten en Barker Street para comprometerse con una señorita: de ahí en más, asistiremos a una serie de obstáculos planeados por Holmes para que su amigo no lo abandone. El caso policial es la excusa que se erige para mantenerlos juntos.
El film tiene mucho de la serie James Bond (el macguffin que obsesiona a Lord Blackwood, el eficaz villano), y se nota la mano de Guy Ritchie (Juegos, trampas y dos pistolas humeantes, Snatch, cerdos y diamantes) en el ritmo febril que se le imprime al relato y en los reconocidos flashbacks que aportan explicaciones sobre sucesos acontecidos y/o las deducciones de Holmes. Dirigido a un público adolescente -como la mentalidad que reflejan todos los filmes del ex de Madonna-, las mujeres representan más obstáculos y desafíos que posibilidades para el placer y la relajación. No es casual que no destilen sensualidad y que sean más masculinas en sus características que los protagonistas: el personaje de Rachel MacAdams -supuesto interés romántico de Holmes- inunda de color con sus rojos el desvaido tinte utilizado por la fotografía para representar la época victoriana y se muestra liviano de ropas, pero no logra eclipsar el fuerte homoerotismo que el film despide.
Así y todo, el film es harto entretenido y deja abierta la posibilidad para futuros capítulos de una serie.

Avatar


Avatar no es más ni menos que lo que uno espera de James Cameron pero en 3D. Un gran espectáculo con una historia mínima, desbordante de efectos especiales y lo último en tecnología. Y de Avatar lo que seduce no es la historia -una empresa privada trata de apoderarse, con la ayuda de un ejército de mercenarios, de un mineral que se encuentra en una luna lejana llamada Pandora que ayudará a sostener la economía del planeta Tierra- sino la posibilidad de sumergirse en ese mundo junto con Jake Scully, un soldado paralítico que mediante un "avatar" podrá recuperar las piernas y correr junto con nativos y unos cuantos monstruitos que habitan esa atmósfera.
Hay una metáfora que recorre la película y es la de "aprender a ver". Jake tendrá que ver que lo que pretende la empresa que representa no está bien, que afectaría al ecosistema de Pandora, y el espectador aprenderá que cuando el 3 D está aplicado con la "naturalidad" con que lo emplea Cameron ve una película radicalmente distinta a las que recurren habitualmente a ese sistema. Ver Avatar en la gigantesca pantalla Imax es sentirse Jack Scully, volar con él, palpitar con él.
Los efectos están particularmente bien logrados, no se notan las sobreimpresiones que se advertían en -por ejemplo- King Kong (Peter Jackson, 2005) cuando unos dinosaurios perseguían a un grupo de personas, y las capas de fondos que hay dentro de una misma imagen dejan sin aliento. Sin duda la gran virtud de Cameron es que sus simples historias -otra voltereta sobre el mito de Pocahontas- no dejan de ser historias muy bien contadas sobre las que él vierte las últimas posibilidades tecnológicas. Sin su capacidad narrativa, nada sería muy efectivo. Y si bien Cameron no posee la sutileza de un Spielberg, el efecto invasivo sobre el espectador de sus imágenes logra algo muy cercano a la fascinación.
La película tiene un mensaje anti imperialista y ecologista de llana liviandad. Lo gracioso es que para transmitirlo Cameron invada todas las pantallas del mundo alfombrado por más de 250 millones de dólares de presupuesto. Yo no creo como dicen que Avatar sea una experiencia revolucionaria para el cine pero sí que es un entretenimiento grandioso que bien vale cada centavo que en él se ha invertido.