14/7/10

Cinco días sin Nora


Comedia de reconciliación mexicana muy lograda en su observación de conductas y prejuicios propios de la clase media, el film de Mariana Chenillo logra emocionar sin golpes bajos. Una mujer con largo historial de desequilibrios mentales finalmente logra su meta de suicidarse tras ingerir tres frascos de pastillas. El acto en sí no es gratuito porque detrás de tanta meticulosidad hay un plan: reunir a una familia que se hallaba dispersa, reencontrarse con los amigos y reubicar a la religión en su justa dimensión, la de lograr la comunión de espíritus más allá de las trabas que plantea como institución.

El tema de la muerte es propio de la cultura mexicana. En Bajo el volcán (1984) John Huston lograba una buena aproximación a esa cuestión con ojos extranjeros. También lo hizo en La noche de la iguana (1962), aunque de forma más tangencial. México parece el lugar ideal para acostumbrarse a la cercanía de la muerte para quienes tienen una espiritualidad turbulenta, como los dos alcohólicos protagonistas de esas películas, un consul inglés en su ocaso y un sacerdote tironeado por los impulsos de la carne. Los mexicanos festejan la muerte y se regocijan ante ella. Le dan un lugar que desdramatiza su tragicidad, como la actitud de las nietitas ante el cadáver de su abuela, que reposa en una tinaja cubierta de hielo seco a la espera de que se pase la festividad del Pesaj para poder ser enterrada.

La actitud de Nora saca a relucir los muertos que se esconden en cada familia. El marido -separado desde hace mucho- pero que nunca ha perdido el vínculo con su ex mujer, que debe hacerse cargo de la cuestión cargado de resentimiento por las crisis matrimoniales que nunca cicatrizaron bien. El hijo que, ante un padre hostil y depresivo, se refugia bajo el paraguas de un suegro portentoso económicamente que dispone sobre su vida más de lo debido. La nuera apegada a las formas y a lo que se debe hacer. La prima que conoce el lugar donde la finada guarda la llave de sus secretos. La mucama, que conoce los gustos de su señora y sabe nutrir ala familia como a ella le gustaba. El médico de la familia, mucho más que un médico y un amigo... Un rabino y un aprendiz de rabino, uno poco comprensivo y el otro pura apertura...

La película es modesta y equilibrada. No se permite excesos. Siempre es respetuosa. Su puesta en escena es modosa y sensible. No es poca cosa y fue reconocida con varios premios internacionales, entre ellos el premio al mejor film del pasado Festival de Mar del Plata.

El mundo está loco, loco, loco, loco

En 1963 una feliz ocurrencia hizo que Stanley Kramer -un director con gran tacto para las empresas comerciales- concretara esta película, todo un homenaje a la comedia slapstick de los primeros años del cine. Para ello reunió a muchos de los grandes cómicos de la época, muchos ellos derivados de la televisión y del teatro, y ofreció cameos a otros como Buster Keaton, Jerry Lewis y Los tres chiflados.

Un auto sobrepasa a otros en la ruta y termina cayendo por una loma. Varios de los que venían atrás se detienen y bajan. Ante un auditorio, el moribundo musita que en un parque de California se encuentran enterrados 350 mil dólares debajo de una doble V. La codicia se apodera de los oyentes de esas últimas palabras, lanzándolos a la búsqueda desenfrenada del botín, lo que ocasionará un sin fin de persecusiones, ya sea por aire, tierra y hasta agua. Si exceptuamos el tren y el caballo, Kramer no deja medio de locomoción por explorar.

Incapaces de llegar a una solución grupal, cada uno busca la forma de llegar antes que los otros al lugar. La cuestión es mantenerse en movimiento. Mientras haya movimiento hay comedia, destrozos y equívocos. Algunos llegan a la estafa y a la destrucción de la propiedad privada para conseguir su cometido.

Filmada en Super Panavisión 70 y proyectada en los cines adaptados para el Cinerama, esta comedia fue un gran espectáculo que supo de variadas reposiciones en los años 70 -yo la vi varias veces de chico. Tiene como puntos altos la presencia de Spencer Tracy como el policía intachable que observa con ojo de lince las acciones de los futuros delincuentes sin saber que terminará siendo uno de ellos a través de una desafortuanda cadena de incidentes familiares y laborales. A Ethel Merman -una de las grandes damas del musical de Broadway- como una suegra imperativa con voz de trombón, y destacadas participaciones de Phil Silvers, Milton Berle, Dorothy Provine dentro del destacado elenco. Mientras tanto se deja constancia de las diferencias entre ingleses y estadounidenses (las discusiones entre Berle y Terry Thomas), la obsesión por las grandes mamas que aquejaba en aquella época a los admiradores de Marilyn , y el afán de salvarse económicamente a cualquier costo, sin distinción de clases sociales.