27/6/11

Dos extraños amantes



Dos extraños amantes (1977) fue el film que estableció a Woody Allen como un autor cinematográfico maduro, capaz de dejar de lado los films que hilvanaban gags por una narrativa más compleja y elaborada, que profundizaba y se comprometía con los personajes. Con la ayuda de Marshall Brickman en el guión -que también lo acompañaría en Manhattan (1979), mi favorito entre sus films- y un perspicaz uso del montaje, narra la historia de Alvy Singer, un escritor de chistes y cómico stand up, deteniéndose en su relación con Annie Hall (la incomparable Diane Keaton, ganadora del Oscar por este papel) que, según anuncia en la primer secuencia en un monólogo dirigido a la cámara, se ha terminado. Vendrán las comparaciones con sus otras mujeres, algunos apuntes autobiográficos del personaje, los contrastes entre la adorada Nueva York y la detestada Los Ángeles, todo aderezado con un humor penetrante y agudo, muy mental, con referencias al psicoanálisis, el cine y todos los lugares que han devenido comunes para el fan de Woody.

El título original del film era Anhedonia (los productores no lo autorizaron), y el placer es algo que buscan desesperadamente los personajes. Alvy focalizando mayormente en las relaciones sexuales; Annie más apegada a otros placeres de la vida, gusta del canto y de pasar momentos divertidos, aunque en el sexo es capaz de distanciarse y no sentir nada (en una de las escenas más recordadas su cuerpo en la cama junto a Woody se desdobla y se sienta en una silla a observar cómo realizan el acto sexual.) 

Como siempre, Woody gusta de difuminar la línea que divorcia a sus personajes de su propia vida. Él también escribió chistes para cómicos y fue cómico stand up; su primera esposa fue una estudiante de filosofía -como la que aparece en el film; comparte la visión pesimista sobre el mundo de su personaje; tuvo como pareja -durante dos años, entre 1968 y 1970- a Diane Keaton. Pero Alvy Singer no es Woody Allen, sino un constructo, un alter ego ficcional. Esta estrategia ya está fundada en su primer film, Robó, huyó y lo pescaron (1969), cuando el protagonista -también interpretado por Allen- comparte la misma fecha de nacimiento que el director,  actor y guionista. 

La relación entre las apariencias y lo real es algo que permea toda la obra de Allen y ayudó a construir su imagen como estrella cinematográfica. En Dos extraños amantes se permite confesar que en la ficción las cosas pueden terminar bien, cuando en la realidad no. Su personaje escribe una obra de teatro consagratoria –y fruto de su relación con Annie- donde los actores dicen los diálogos sin farfullar, sin entrecortarse -como sí lo hacen Alvy y Annie-, y terminan juntos. En el film, Alvin se quedará en Nueva York y una renovada Annie en Los Ángeles, persiguiendo su carrera de cantante y un affaire con un productor musical. En La rosa púrpura del Cairo (1985), el sufrido personaje que interpreta Mia Farrow se quedará de este lado de la pantalla mientras su galán vuelve a la misma para interpretar la misma ficción que le permitía evadirse de una dura realidad. La joven Mariel Hemingway de Manhattan dejará al galán maduro que interpretaba Allen (hay que recordar que en los años 70 se lo consideraba a Woody Allen un sex symbol), mientras que en la vida Allen se quedará con su joven hijastra Soon Yi, dejando de lado la pareja que conformaba con su madre Mia Farrow.

Alejándonos del terreno de la vida privada, que pocas veces suele ser amable con los grandes creadores, Woody Allen quedó establecido como un gran director gracias a este film, siendo reconocida la película con el Oscar y él como el mejor director de ese año, en el que La guerra de las galaxias amenazaba con arrasar con todos los premios. Su gran tragicomedia sobre las relaciones de pareja inaugurará todo un subgénero de la comedia romántica -las comedias de Albert Brooks, Cuando Harry conoció a Sally, los edulcorados romancetes entre Tom Hanks y Meg Ryan, etc.- y permitirá que el director pueda volcarse hacia el drama -como hará el año siguiente con la bergmaniana Interiores- pese a las resistencias de los fans y algunos críticos que querían que siguiera haciendo reír como en Bananas, El dormilón, etc. 

Como director de fotografía Allen contrató a Gordon Willis (El padrino), capaz de dotar a esta comedia de algunos tonos oscuros y lúgubres no tan habituales en el género. También apeló a distintos recursos cinematográficos, como el contrapunto entre lo que los personajes dicen y piensan (con subtítulos impresos), el cine de animación (Allen dialogando con la bruja de Blancanieves), la sustitución cuasi fantástica de la imagen (Allen visto como rabino por la abuela de Annie durante la cena), amén de establecer el plano secuencia para permitir la frescura de las actuaciones y dotar de realismo a su ficción, en la que el dolor de la pérdida y la tristeza por la insatisfacción subyacen sordamente.