1/2/11

Lazos de sangre


Cuando los hijos no tienen a los padres como guía a menudo deben luchar por su supervivencia teniéndose a sí mismos como único recurso. Y pocas veces el cine se permite retratar situaciones tan dolorosas. Son escasos los films que hacen foco en la vida de los hijos de alcohólicos, sus penurias, las inseguridades y temores que deben enfrentar: son situaciones que la pantalla suele escatimar. Alguna escena al pasar como en Lenny (Bob Fosse, 1975) o en Días de vino y rosas (Blake Edwards, 1962) permiten ver a los desgraciados protagonistas dejando a su progenie en manos de algún abuelo o abuela caritativos que se hacen cargo mientras la ordalía se desarrolla. Cuando se trata de la enfermedad mental, el primer recuerdo que viene es el de Más poderoso que la vida (Nicholas Ray, 1956), donde un hijo es aterrorizado por la psicótica conducta de su padre, adicto a la cortisona. Y si no, queda el refugio del cine de terror, donde la madre de Carrie (Brian de Palma, 1975) y el Jack Torrance de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), juegan a superarse en torturas hacia sus desdichados hijos. En estos dos últimos casos las coartadas no son realistas y el horror de las víctimas se traduce en poderes extraordinarios: la telekinesis y la percepción extrasensorial respectivamente, que utilizaran en la lucha por la supervivencia con mayor o menor suerte.


Sissy Spacek y Piper Laurie en Carrie

Jack Nicholson y Danny Torrance en El resplandor
No sucede así en Lazos de sangre, estupendo film independiente nominado para el Oscar a la mejor película. Aquí, una muchacha de 17 años debe hallar a su padre, buscado por la policía, que ha dado la casa familiar como fianza por su libertad, so pena de quedarse con sus hermanitos y su madre catatónica en la calle. El padre está ausente pero el daño que ha realizado queda plasmado en cada acción que la muchacha -una extraordinaria Jennifer Lawrence- emprende para encontrarlo. Ree, así se llama el personaje, deberá recorrer los poco estimulantes alrededores del Missouri en los que vive, una pobrísima zona rural donde sus habitantes viven en desvaídas casuchas en las que se agolpan las personas y los objetos en un orden aleatorio.

El film acude a un esquema típico del cine negro: la joven ingenua que debe adentrarse en el submundo del crimen en pos de develar un enigma. Es el esquema instaurado en La dama fantasma (Robert Siodmak, 1944) donde la pizpireta Ella Raines debe buscar a la única testigo que tiene un inocente antes que se venza la fecha de su condena a muerte. La búsqueda llevará al personaje a enfrentarse a situaciones altamente peligrosas a la vez que se adentra en un mundo cuyo denominador común es la corrupción. En el caso de Ree, deberá enfrentarse a sus vecinos -a la que la ligan lejanas relaciones de parentesco- para saber qué sucedió con su padre. En el trayecto, vivirá situaciones que ponen a prueba su dominio de sí y la pondrán cara a cara con la muerte, permitiendo un crecimiento que ningún anhelado entrenamiento en el ejército podría superar.


Tendrá el apoyo de su tío (John Hawkes), un apoyo un tanto inestable y sombrío cabe decir. Con mucho de arquetipo gótico, el personaje despertará en la muchacha una ambivalencia que recorrerá desde el temor a la admiración.

Jennifer Lawrence y John Hawkes

Pero este notable film ofrece mucho más que el retrato de unos personajes y un ambiente obnubilados por la supervivencia. Para establecer un contraste, se muestra la casa de April, una ex amante del padre. Allí hay una reunión donde se interpretan canciones folklóricas, el fogón luce acogedor, no escasea la comida, los objetos tienen su merecido lugar y no se pegan a los habitantes, reina la armonía. April está interpretada por Sheryl Fenn, la famosa Laura Palmer de Twin peaks, otra hija que sufrió los más terribles embates de parte de un progenitor y que terminaron con su muerte. Si bien este film está muy lejano a la estética de David Lynch -la mirada de Debra Granik, su directora, adhiere a un verosímil realista- hay atisbos surreales en el retrato de las mujeres que conducen a la muchacha a su destino como si se trataran de las brujas de Macbeth, en el retrato del tío -una especie de súcubo que consume cocaína en lugar de sangre de jóvenes vírgenes-, en la percepción de un mal que se respira por doquier.

Sheryl Fenn en Twin peaks

Pero para mí, la escena más aterradora sucede a la luz del día, cuando Ree -con lágrimas en los ojos- le pide a su madre que -por una vez al menos- la apoye, le ofrezca algún consejo sobre lo que debe hacer. La mujer, perdida en sus propias tinieblas, ni siquiera parpadea. La enfermedad mental derivada de tantos quiebres y tantas ilusiones pisoteadas la tiene atrapada. Ree no tendrá la telekinesis ni la percepción extrasensorial pero sí la fuerza de voluntad, la entereza y la dignidad para que su familia no se vea desmembrada por la pérdida de la casa. Victoriosa y con pocas ilusiones, terminará su derrotero hecha toda una mujer.
Jennifer Lawrence en Lazos de sangre