20/3/11

Marnie


Marnie, realizada en 1964, establece la línea demarcatoria dentro de la obra del gran Alfred Hitchcock que divide la madurez de la decadencia: después se sucederán Cortina rasgada y Topaz. Volverá a Inglaterra en 1972 para burilar su último diamante, Frenesí, y estampará su firma por última vez en la divertida pero menor Trama macabra. Para algunos críticos Marnie ya ingresa en la zona decadente de lleno; son los amantes del realismo que no toleran los recursos al expresionismo subrayados (explosiones de rojo para comunicar los traumas de la protagonista, notorios telones actuando como fondo, avejentados back projectings en varias escenas en una época donde técnicamente eso podía evitarse). Para los que amamos el puro artificio, Marnie es un plato difícil de resistir.


Por otro lado, es otro de los films que tratan sobre una cura de su protagonista, al igual que Cuéntame tu vida (1945). Marnie es una ladrona y es frígida sexualmente, para no decir, una asesina. Una mujer con ese currículum en la cosmología hitcokiana debe ser "normalizada". Judy (Kim Novak) pagaba con su vida el no poder ser la Madeleine anhelada por Scottie (James Stewart) en Vértigo. Marion (Janet Leigh) era acuchillada a más no poder por hacer uso de su sexualidad fuera de la estructura del matrimonio y por hacerse de unos dólares que no les correspondían en el Bates Motel de Psicosis. Melanie Daniels, la niña rica caprichosa de Los pájaros, era reducida a la catatonia para así poder encajar en el ideal de una pareja junto a Mitch (Rod Taylor). La suerte de Marnie (Tippi Hedren) será más moderada: será cazada como un cervatillo, violada por el cazador (Sean Connery) y recuperada de su trauma infantil.


En el camino quedarán hombres maduros lascivos, una cuñada perversa, la pérdida del caballo favorito, una madre tan dañada emocionalmente como irrecuperable. La recompensa: un marido apuesto y brutal, recubierto de buenos modales e inteligencia. Cuando el film concluye, nada dice que el futuro de ambos sea una parcela digna de ser habitada; la diversión se acabó.